sábado, 6 de abril de 2019

La dosis

Noche entra de la calle vestida con una petite robe noire, cazadora roja de piel, zapatillas de deporte blancas y gesto de pocos amigos. El Profesor, sorprendido, le pregunta

    ¿Ya de vuelta? ¿Ha pasado algo?
    Me he escapado.

El Profesor, sin decir palabra, le hace a Noche un gesto interrogativo con las cejas.

    Ha sido insufrible. Andrés siempre ha sido un pesado, pero lo de hoy ha sido insufrible. Qué mezcla de soberbia y de ignorancia, qué ejercicio de fatuidad, qué verborrea. Te he echado de menos: si hubieras estado allí podrías haber machacado una por una sus estupideces.
    ¿Y por qué no lo has hecho tú?
    Porque es mi amigo desde hace años.
    Como tú dirías, la amistad está sobrevalorada. 
    ¿Cómo es posible que nos hiciésemos amigos, que incluso le admirase, y ahora me produzca esta repugnancia?
    Por la dosis.
    ¿Perdón?
    Hay sustancias que en pequeñas dosis son curativas y en dosis mayores resultan venenos mortales. Hay personalidades, incluso rasgos de personalidad que nos parecen atractivos y seductores cuando son aún incipientes pero que después, cuando se desarrollan y manifiestan en todo su esplendor, nos estragan. Por eso tantos amores acaban en odio, por la dosis.

Noche cambia su gesto contrariado por otro cariñoso que le dedica al Profesor mientras le dice

    Contigo no me pasa.
    Eso es porque mido mucho la posología.
    Te odio.
    Ahí lo tienes: ya me he pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario