No se oye un ruido. Noche y el Profesor
están sentados, inmóviles y separados, cada uno pegado a un brazo  del sofá.  
—   
No haces nada —dice Noche.
—   
Tú tampoco.
—   
No.
—   
¿También sientes este
profundo desinterés?
—   
Sí.
—   
Es extraño, ¿verdad? A fin de
cuentas, nada ha cambiado.
—   
Ha cambiado todo.
—   
Pero es solo algo
provisional, como un paréntesis.
—   
Es mucho más, es el fin.
—   
El fin, sí, también tengo esa
sensación, pero, ¿de qué?  
—   
De la ilusión.
—   
Yo no tenía ilusiones —dice
el Profesor con el ceño fruncido.
—   
Siempre las tenemos, aunque lo
ignoremos.
—   
¿Y cuáles eran las mías? 
—   
Quizá solo una: la ilusión de
libertad.
—   
Sé desde hace mucho que la
libertad no existe.
—   
La metafísica es posible.
Pero llevas sintiéndote libre mucho tiempo.
—   
Sí, puede ser que tengas
razón… ¿Y tus ilusiones?
—   
Todas se resumen en una: el
futuro.
—   
Noche, lo siento…
—   
Anda, ven y abrázame.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario