martes, 13 de noviembre de 2018

Oportunidades perdidas

Al lado de la mesa se ven un par de bolsas de viaje. Noche inspecciona el antebrazo derecho del Profesor.

    ¿Esos arañazos?
    La gata de Lorenzo.
    ¿Lucháis?
    Sí, jugando.
    Si quieres, yo también tengo uñas…
    Tiene una galería…, Lorenzo tiene una galería acristalada llena de plantas que… joder, me gusta, me gusta mucho ese lugar, tengo que hacer algo con él, convertirlo en lugar de algo.
    Describe.
    Es como un invernadero adosado a una de las fachadas de su casa. Está lleno de cactus y plantas exóticas que impregnan el sitio de un fuerte olor vegetal. En especial en invierno, con todo cerrado, sientes la humedad espesa de la clorofila. Cuando sale el sol se llena de luz y tienes la impresión de estar en medio de una jungla tropical. Lorenzo tiene una mesa para trabajar, pero es difícil hacer nada allí que no sea mirar los cactus crecer.
    Apasionante: un sitio para correr aventuras.
    Sabes que madrugo. Al amanecer lo primero que hago es prepararme un café y largarme a la galería a ver cómo se desperezan las platas con las primeras luces del día. Una mañana, mientras observo de cerca las espinas de una opuntia gigante, siento un revoloteo a mi izquierda. Giro lentamente la cabeza y me encuentro a escaso medio metro de mí una mariposa espectacular, enorme, con unas impresionantes alas negras surcadas cada una por una banda vertical de un rojo intenso.
    Wow.
    Me quedé muy quieto, mirándola: es preciosa. Cuando se me pasa la impresión tengo un momento Nabokov y pienso en mi cazamariposas, pero entonces recuerdo que no tengo, así que me alejo lentamente rogando que la cámara tenga carga. Encuentro la cámara, compruebo que sí, que tiene carga, y vuelvo por la mariposa. Y sí, allí sigue, con sus alas desplegadas, aunque al acercarme las cierra. No importa, me digo: me dedico a enfocar la mariposa esperando que vuelva a abrirlas. Como no lo hace, le doy un levísimo empujón con un dedo: entonces, para mi felicidad, despliega esplendorosamente sus alas ante mí. Al hacerlo, aletea un poco y pierde altura lentamente. La sigo con la cámara esperando el momento en que se pare para capturar la instantánea de mi vida. Entonces la gata salta por encima de un aloe gigante con la zarpa derecha levantada, derriba en pleno vuelo a la mariposa, la aplasta contra el suelo y desde allí se la lleva a la boca. Con las alas de su presa asomando por ambos lados de sus fauces y aun debatiéndose, me mira durante un segundo para largarse después tranquilamente camino de su cojín.

Noche mira al Profesor conteniendo la risa. Cuando la tiene dominada, pregunta

    ¿Qué pensaste?
    A tomar por saco mi foto National Geographic.
    A lo mejor era el último ejemplar de su especie.
    También lo pensé.
    ¿La has identificado?
    Perfectamente: era una Ancyluris.
    ¿Común?
    No existe en Europa. Es tropical.

En este momento Noche deja correr por fin su risa, franca y alegre.

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