—
El futuro es horrible.
—
El futuro no es, Profesor.
—
Pero será, y será horrible. Y
perdóname la crudeza, pero no vale engañarse: la superpoblación, la
contaminación, el calentamiento global, la globalización, las migraciones
masivas, el agotamiento de los recursos naturales, los conflictos armados, el
Big Data… No voy a seguir con una lista que podrías elaborar tú misma, pero el
mundo se encuentra en una situación terrible, con problemas de una magnitud
nunca vista y sin que se vislumbren soluciones razonables. Y lo peor es que los
habitantes de ese futuro no parecéis conscientes de lo que os espera.
—
Profesor, tienes un error de
perspectiva. Ese futuro del que hablas no es tu futuro. De hecho tu futuro es
este ahora que vivimos, es ahora cuando está viviendo el tiempo que soñaste de
joven. Y resulta que te parece horrible, porque no es, desde luego, ni parecido
a lo que soñaste.
—
Completamente de acuerdo,
pero es que tu futuro será peor y, perdóname de nuevo, pero…
—
Ahí es donde te equivocas.
Cuando hablas de mi futuro te imaginas a ti mismo en él y extrapolas tu
decepción ante la realidad. Pero es a mí a quien deberías imaginar. Tú es
posible que dentro de unos años, ya viejito, extrañes el cielo azul, las verdes
praderas y los riachuelos de aguas cristalinas y me cuentes batallitas de
cuando visitabas aldeas perdidas en las montañas, pero, con las mismas,
posiblemente yo viva todo eso, y mucho más que ni imaginas, enchufada a una
máquina de realidad virtual.
—
Pero nada en esas experiencias será auténtico.
—
Mira, ahí exactamente puede
estar la diferencia generacional, esa importancia fetichista que le dais a la
autenticidad. Miráis lo auténtico como si poseyese alguna especie de cualidad
espiritual añadida. Pero, ¿sabes?, a nosotros eso nos importa bastante poco.
—
Hace poco me hablabas del hechizo de subirte a un DeLorean.
—
Claro que sí, pero nunca le
hubiese pedido el certificado de autenticidad al dueño.
—
¿Quieres decir que os
conformáis con simulacros?
—
No: quiero decir que los
simulacros pueden ser más informativos, emocionantes y enriquecedores que
vuestros objetos auténticos: tú
puedes sentirte sobrecogido ante el cuadro de La Gioconda, visto a cinco metros de distancia y a través de un
bosque de palos de selfie, pero yo
prefiero la copia digital de altísima resolución que me permite apreciar cuando
y donde quiera cada una de las pinceladas de Leonardo.
—
Ya… Supongo que habéis
descubierto que nuestra autenticidad nunca lo fue del todo. De todas maneras,
¿no estás siendo muy optimista?
—
Profesor, sabes que no lo
soy, pero intento ajustarme a los hechos: vosotros, vuestra generación, habéis
fracasado. Eso un hecho. Pero nosotros aún no. Eso es otro hecho.
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