El Profesor viste una hopalanda granate y
nos mira por la ventana. Noche, con un mono blanco con manchas de pintura de
mil colores, sostiene un carboncillo en
medio del salón, donde ha puesto el caballete. Dice
—
Profesor, tengo que hacer un
retrato alegórico de Newton. Pero no sé qué usar cómo motivo: ¿la gravitación
universal o el cálculo infinitesimal?
—
¿Las dos cosas?
—
No quiero hacer pastiches.
Estoy intentado desarrollar todos los encargos que me hacen a partir de una
idea-fuerza que resulte muy potente. Venga, ayúdame: ¿qué hace que Newton sea
Newton?, ¿qué hace de Newton un icono universal?
—
Es curioso tener que elegir…
Newton es Newton porque lo hizo todo: además de la ley de la gravitación
universal y el cálculo, están su teoría de la luz, la generalización de la
potencia del binomio, el truco de poner marcas en los cantos de las monedas,
tantas cosas...
—
Una, necesito una.
—
La verdad es que si tuviese
que elegir, quizá no me quedase con nada de eso.
—
¿Entonces?
—
Bueno, tiene un par de cosas
que trascienden la matemática y la física.
—
Me tienes en ascuas.
—
Inventó la gatera y expulsó a
Dios del cielo.
—
Ja, ja, ja. Eres genial: si
me hubieses dado clases me hubiese hecho de ciencias.
—
Sabes que nunca he dado
clases.
—
Ni te hubiesen dejado, guapo:
estás loco. Venga, explícame eso de la gatera y Dios.
—
Mientras Newton estaba
realizando sus investigaciones sobre óptica, su gata tenía la costumbre de
fastidiarle los experimentos empujando la puerta para ver qué pasaba. Entonces
Newton practicó un orificio en la puerta y le puso un trozo de fieltro que lo
tapaba pero que el gato podía empujar para entrar y salir a voluntad.
—
Qué tierno, Sir Isaac.
—
No creo que nadie pensase eso
de él. Bueno, puede que su gata.
—
¿Y la expulsión de Dios?
—
El cielo era el hogar de
Dios. No en sentido metafórico, sino en sentido real: Dios vivía en el cielo.
Entonces Newton va y dice que las mismas leyes que rigen la caída de una
manzana aquí abajo rigen el movimiento de la luna allá arriba: exactamente las
mismas. Y no solo eso, sino que afirma que es necesario que el cielo donde se
mueven los astros sea infinito para que el sistema no colapse bajo el influjo
de la gravedad. Así expulsó Newton a Dios del cielo, explicándonos que no era
un lugar misterioso habitado por los coros angélicos sino un lugar tan prosaico
como la superficie de la tierra y dominado por el mismo sistema de ecuaciones.
Y, para colmo, infinito, lo cual dejaba a Dios sin sitio para vivir.
—
Eso sí que es un desahucio.
¿Y dónde mandaron a Dios?
—
Fuera del universo.
—
Vaya truco.
—
Sí.
—
¿Sabes? Voy a dibujar un
prisma dispersando la luz.
—
Vale.
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