—
He estado en una conferencia
sobre robots.
—
Mola.
—
Pero qué antiguo eres –dice
una Noche ya humana.
—
Noche, déjame serlo.
—
OK. A lo que iba: he estado
en una conferencia sobre robots y, entre otras cosas, el ponente, un tipo muy
atractivo, por cierto, ha dicho que de aquí a un par de décadas los robots
serán capaces de realizar un 99% del trabajo humano.
—
Puede ser, sí.
—
Lo más interesante ha sido el
mundo que ha descrito a partir de esa previsión: a medida que los robots lo
vayan haciendo casi todo, el trabajo será cada vez más escaso y, por tanto, los
ingresos de los trabajadores y, por tanto, su consumo, por lo que los amos del
mundo tendrán que asumir que la única forma de seguir siendo los amos del mundo
es repartir parte de la riqueza generada por las máquinas entre las masas para
que estas puedan consumir y seguir alimentando el sistema. La idea es interesante
porque viene a decir que la revolución social va a venir desde dentro del
propio capitalismo: este, enfrentado a sus propias contradicciones, tendrá que
claudicar y repartir la riqueza entre las clases proletarias para poder seguir
existiendo sin exigirles trabajo a cambio.
—
Para nada.
—
¿Para nada?
—
Para nada. Cuando los robots
sean capaces de hacerlo casi todo, los dueños de los robots nos exterminarán.
—
¿¿¿Nos exterminarán???
—
Sí, nos exterminarán, nos
dejaran morir de hambre o de asco, nos matarán en una guerra mundial, nos
arrasarán con una epidemia, nos eliminarán con alguna plaga bíblica que nos
haga estériles o engendradores de monstruos. Nos aniquilarán.
—
Pero, Profesor, ¡eso es
horrible!
—
Sí, sin duda, pero cuando los
proletarios dejemos de servir para lo único que servimos, que es engendrar
prole, sencillamente porque no haga falta prole, nos exterminarán.
—
Te pasas. No me vale. ¿En qué
te basas para decir semejante barbaridad?
—
En la historia. En cada
revolución industrial masas de trabajadores han sido expulsados de sus
trabajos.
—
Pero han surgido nuevos trabajos, nuevas oportunidades.
—
Te lo voy a aceptar, pasando
por alto la humillación, el hambre, el dolor y la muerte de millones en el
proceso. Pero sí, es verdad, el mundo se recolocó y los trabajadores acabaron
en nuevos lugares y con nuevas tareas.
—
¿Y porque no va a pasar ahora
lo mismo?
—
Porque no habrá dónde ir,
porque no habrá otros trabajos, porque no harán falta trabajadores en ningún
sitio: los robots se encargaran de todo.
—
Pero…
—
En ese momento los
trabajadores dejarán de ser necesarios y
sí competidores: los miles de millones de trabajadores del mundo dejarán de ser
necesarios como productores pero seguirán siendo consumidores de aire, de
proteínas, de minerales, de suelo. Los exterminarán.
—
Profesor, has cambiado de
persona: al principio nos iban a aniquilar; ahora “los exterminarán”.
—
Me he dado cuenta de que,
probablemente, a mí no me tendrán que aniquilar porque ya me encargaré yo solo
de morirme antes de todo eso.
—
¿Y yo?
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