jueves, 29 de noviembre de 2018

DeLorean

El Profesor lee en el sillón de orejas Búsqueda sin término, de Popper. Noche observa como cae la arena de un gran reloj de arena que hay sobre la mesa. Dice

    Hoy, tras las clases, les he hablado a mis compañeros de cuando me monté en un DeLorean.
    ¿Sí? Les habrás contado que hasta tenía condensador de flujo. Seguro que han flipado.
    La mayoría no sabían de qué les estaba hablando. Los que sí, me han mirado como preguntando ¿y?
    Lo de este país con lo fantástico es triste.
    Lo sé, Profesor, lo hemos hablado muchas veces, pero, mientras venía para acá, he pensado que hay algo más profundo.
    Ilumíname.
    El rechazo a lo fantástico forma parte de algo más general, forma parte de un rechazo sistemático al romanticismo.
    Te sigo.
    Este país es profundamente prosaico. Es evidente que subirse a un DeLorean no es distinto de subirse a cualquier otro coche salvo que es completamente distinto por lo que evoca, por los recuerdos que ayuda a recuperar, por ese otro mundo mucho más rico que creamos colectivamente con los productos de nuestra mente y que esos objetos simbólicos nos ayudan a revivir. El mundo es un páramo si no le nutrimos de todo lo que hemos imaginado sobre él. Un DeLorean no es una máquina del tiempo: es una máquina mental.
    Que viaja por el Mundo 3.
    Quizá algo más, porque exhala ese aroma que emana de los objetos significativos.
    Noche, eso es fetichismo.
    ¿Y qué es la vida si no hechizo, Profesor? 
                                                                            

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