miércoles, 1 de mayo de 2019

Viajando por el tiempo

Noche viste una falda plisada de cuadros azules, un niqui blanco, zapatos y calcetines y le da vueltas a un hula-hoop en el centro del salón. El Profesor, sentado en el sillón de orejas, la mira.

    Profesor, ¿te aburro?
    Claro que no. ¿A qué viene eso?
    A lo que dijiste el otro día de la dosis.
    Noche, tú eres perfecta: ¿cómo me vas a aburrir?
    Venga, en serio: algo habrá que no te guste de mí.

El Profesor encoge los hombros, levanta las cejas, muestra sus manos con las palmas hacia arriba y compone el gesto de no saber. Lolita deja de jugar, se sienta en la mesa baja y dice con un cierto jadeo

    Profesor, vamos…
    Vale: no me gusta que seas tan insultantemente joven.
    ¿Por qué?
    Porque nos separa.
    Profesor, nada que no queramos nos separa.
    Noche, nos separan treinta años, una vida de experiencias, dos cuerpos desfasados.
    Eso último no lo sabemos: ni siquiera lo hemos intentado.
    Quizá tú no lo sepas, pero yo he estado a ambos lados del tiempo y lo sé.

Noche se tumba en el sofá dándole la espalda al Profesor y dice

    ¿Qué puedo hacer?
    Envejecer.
    No sé cómo hacerlo.
    Ya lo haces.
    Quizá no llegue a tiempo.
    Quién sabe: vivimos tiempos extraños.


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