miércoles, 18 de septiembre de 2019

Nombres epicenos

El Profesor vuelve de la cocina con dos copas y una botella de vino. Las llena y le tiende una a Noche, que se da cuenta de que sigue con el libro de Carlyle en las manos. Lo deja sobre la mesa y recoge la copa. Brindan suavemente, dan un sorbo, lo paladean y, tras dedicarse mutuamente ese gesto de “qué bueno está esto”, dice el Profesor

    ¿Y tus héroes?
    Al principio no tuve —contesta inmediatamente Noche, como si tuviese pensada la respuesta—. Cuando mis compañeras forraban sus carpetas con fotos de actores cachas o cantantes de flequillo imposible, yo las miraba con esa sonrisa sarcástica que tan bien me sale.
    Al principio, pero luego…
    Luego una profesora del instituto me hizo fijarme en las chicas, en las grandes chicas de la historia: entonces me entregué a la causa y mi universo se llenó de heroínas.
    Madame Curie…
    Madame Curie, Aspasia, Emmy Noether, Jane Goodall, Ada Lovelace, Mary Shelley, Simone de Beauvoir, Niki de Saint Phalle, Virginia Woolf… Daba igual de qué época fuesen o a qué se dedicasen: me fascinaba leer sus historias.
    Mujeres…
    Sí, era importante que fuesen mujeres. Tú no lo entiendes, pero...
    Prueba a explicármelo.

Noche piensa un poco, apenas nada, y pregunta

    ¿Para qué necesitamos héroes?
    Son modelos, esquemas sobre los que construir una personalidad.
    ¿Y crees que Nietzsche puede servirme a mí de modelo? ¿O Kafka? Incluso Turing, ¿crees que Turing pudo servirme de modelo?

Es ahora el Profesor el que piensa tan solo unos instantes antes de decir

    No, claro que no, qué tontería…
    Ahí lo tienes.
    Pero, entonces, ¿no hay héroes unisex?

Noche sonríe antes de contestar

    Quizá cuando todos los nombres sean epicenos. Pero hoy no.

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