domingo, 29 de diciembre de 2019

Encuentro

El Profesor, sentado en sillón de orejas, lee Las especias, de Turner. Noche entra de la calle. Cuando se desembaraza de carpeta, mochila, gorro, pañuelo y abrigo, y aún con el arrebol en la cara, dice

    Hoy me ha parado un chico por la calle. Quería saber cómo se iba a un “monmento de bebe”.
    ¿?
    Me ha costado, pero al final he entendido que se refería a las cabezas de bebé de Antonio López, las que puso en Atocha: “monumento de bebé”.
    ¿Tenía particular interés en ellas?
    No: había quedado allí.
    Ya.
    La cosa es que le he acompañado hasta las esculturas y, mientras llegábamos, me ha contado que es turco, que está de Erasmus en Bilbao, que había quedado con una amiga para irse en un coche de alquiler a Murcia y que estudia industriales.
    ¿Y tú le has dicho…
    Que soy de Madrid, que hago un doctorado en bellas artes y que nunca he salido de Europa.
    ¿Lo de Europa por…?
    Porque me lo ha preguntado. Luego me ha dicho que tengo que ir a Turquía, y he dejado que me explicase que Estambul está entre Europa y Asia, que es una ciudad en dos continentes. También me ha dicho que él es de Ankara, aunque dicen Ángara.
    Como la lana.
    ¿Perdón?
    La lana de angora.
    Ya.
    Y todo eso en diez minutos.
    Exacto. Pero no solo eso, Profesor. En esos diez minutos me he enamorado.
    ¿?
    No te lo voy a explicar porque no hay nada que explicar. Pero en esos diez minutos en los que hemos compartido nada, esos cuatro datos biográficos, me he sentido bien, me he sentido capaz de sentarme a una mesa con ese turco y contarle mi vida y escuchar la suya, y esa posibilidad se me ha abierto como un mundo entero, uno en el que entre él y yo todo es posible.
    Wow.
    No ha sido nada, pero ha sido bonito. ¿Sabes lo que me da pena? Que no le pregunté su nombre. Me hubiese gustado saber su nombre.


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