El Profesor entra de la calle. El salón
está iluminado por la débil luz del crepúsculo. Noche está hecha un ovillo en
el sofá. Se acerca a ella y alarga su mano sobre su pelo, como si fuera a
acariciarlo, pero no lo hace. En vez de eso se va hasta el sillón de orejas, se
sienta y se queda observando cómo la figura de Noche se desvanece en las
tinieblas que van llenando la habitación.
— Hoy no —dice el Profesor en un susurro.
— Hoy no —dice el Profesor en un susurro.
Precioso.
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