El Profesor lee en el sillón de orejas.
Noche lleva una camiseta con el beso de Doisneau estampado en el pecho. Da
vueltas por el salón hasta que pregunta
—
Profesor, tú, con alguno de
esos amores tuyos, ¿fuisteis héroes?
—
Noche, ¿héroes?
—
Sí, si fuisteis héroes, al
menos por un día.
—
Ah, ya. No, nunca.
—
Te he imaginado de joven y
apasionado y he pensado que tendrías días de…
—
Me has imaginado joven… ¡y
apasionado!
—
No seas cínico.
—
Noche, ni un solo día de mi
vida he sido capaz de olvidarme de todo, ni del mundo, ni del pasado, ni del
mañana. Ni un solo día me he abandonado por completo a la libertad o al deseo.
Nunca he vivido un día de perfecta plenitud.
—
Así dicho, la verdad es que
yo tampoco.
—
Estoy seguro, porque hay que
ser muy simple para ser un héroe.
—
Aunque sea por un día.
—
Aunque sea por un día.
Noche se levanta, se viene hasta la ventana
y nos mira. Sonríe con gesto de imaginar y dice
—
Un día no, pero, ¿unas horas?
—
Bueno, durante unas horas si
es posible que...
El Profesor no termina la frase y ambos se
sumen en sus pensamientos. Por fin, Noche concluye
—
Un día entero debe ser la
hostia.
—
Sí.
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