Noche entra de la calle. Viste unos
pantalones vaqueros escandalosamente cortos y una camiseta con un smiley estampado en el pecho.
—
Vaya cara.
—
La que tengo.
—
¿Qué te pasa?
—
Nada.
—
Profesor…
—
Me desilusiona el mundo.
Noche se levanta, va hasta la cocina y
vuelve con dos copas y una botella de vino blanco de aspecto gélido: rellena las
copas, le tiende una al Profesor y dice
—
Sabes que la desilusión habla
de ti y no del mundo, ¿verdad?
—
Quizá si me lo explicas...
—
Tu desilusión no pone en cuestión
el mundo, pone en cuestión tus ilusiones acerca de él.
—
Vale, pero…
—
No es el mundo el que ha
fallado, sino tú el que se equivocó al desear.
Tras unos segundos de silencio y un par de
sorbos de vino, dice el Profesor
—
Qué desilusión…
—
Pero, ¿no te he dicho que el
mundo no…
—
No es el mundo el que me
desilusiona ahora: soy yo.
—
Dios, qué paciencia.
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