El Profesor está en el sillón de orejas, sin hacer nada, con la mirada perdida. Noche lleva un rato mirándole. Por fin dice
—
Profesor, ¿tienes problemas?
—
Sí.
—
¿Cuáles?
—
No quiero hablar de ello.
—
¿Por qué?
—
Porque es todo bastante
aburrido e insoportablemente patético; porque hablar de ello es concederle más
tiempo y permitirle que colonice aún más mi mente; porque sin pensar en ello a
veces consigo realmente no pensar en ello y olvidarme por un rato y no sentirme
cada segundo del día tan desgraciado y abyecto.
—
Pelín melodramático, ¿no?
—
No sé dónde le ves la música.
—
¿La música…? Ah, ya.
Profesor, los problemas, sean los que sean, se llevan mejor cuando los
compartes, cuando los explicitas. Escuchar los problemas propios en palabras te
ayuda a relativizarlos, a darte cuenta de que no son para tanto. Y saber que
alguien te está escuchando y está empatizando contigo te hace saber que no
estás solo. Y eso nos…
—
Noche.
—
…
—
Todos necesitamos soñar.
—
Sí, claro…
—
Y este es mi sueño —dice el
Profesor mientras señala alrededor con un gesto de su mano.
—
Comprendo. ¿Cena y peli?
—
Esa es mi chica.
—
¿Y final feliz?
—
Noche…
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