Noche, encaramada en la escalera de la librería, sostiene en sus manos Masa y poder. Dice
—
Escribe Canetti que el
sacrificio que hacen algunas religiones a los dioses deriva de cuando los
animales huyen en manada de un depredador. Cuando un león se lanza al ataque,
cada gacela corre aterrorizada por si es ella la capturada, pero en cuanto una
gacela cae las demás se sienten a salvo y vuelven a pacer tranquilamente en la
sabana. Si las gacelas tuviesen religión, sigue Canetti, quizá le ofreciesen
una de ellas al dios león para que dejase en paz a los demás. Pues bien: eso es
el sacrificio: adelantarse a los deseos del depredador para minimizar el daño.
Es mejor que se coma el cordero del sacrificio que tenga que buscar una víctima
entre los oferentes.
—
Interesante. Un mal menor, una
negociación tácita, pura teoría de juegos, aunque yo hubiese hablado de una
leona y no de un león, pero la idea me parece…
—
Sí, a mí también me ha
parecido interesante que derive la idea del sacrificio de la evolución de
un comportamiento animal. Pero con este esquema hay algo que no entiendo: el
sacrificio de Jesús.
—
Wow, como dirías tú. Dale.
—
Si al ofrecerle al dios un
sacrificio evitamos que intente comernos a los demás, ¿qué es lo que evitó
Jesús dejándose crucificar? ¿De qué se supone que salvó a la humanidad?
—
Ja, ja, ja…
—
¿De qué te ríes?
—
De que eres una antigua.
—
¿Perdón…?
—
Una antigua, ja, ja, ja.
—
Profesor, te la estás
ganando…
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