martes, 21 de junio de 2022

La modestia de Einstein

El Profesor escribe en el ordenador. Noche, en el centro del salón, dibuja con pincel y a tinta china un paisaje de árboles deshojados. Dice

    Esta segura que la conoces: una vez le preguntaron a Einstein si anotaba las ideas que se le ocurrían. Contestó que no se le ocurrían tantas buenas ideas como para tener que apuntarlas.
    Eso solo lo puede decir alguien a quien nunca le ha fallado la memoria. ¿Nunca has intentado recordar desesperada e infructuosamente esa idea genial que se te ocurrió en el autobús?
    Sí.
    ¿Y no te has recriminado a ti misma no haber grabado una simple nota de voz?
    Pues sí.
    Pues eso.
   
    Además, odio la falsa modestia.
    Pero Einstein quizá se refiriese a ideas realmente brillantes, esas que son imposible de olvidar. Quizá las otras las desechase inmediatamente precisamente por ser tan listo. Puede que esas ideas que tú y yo olvidamos no fueran en realidad tan buenas. Puede que solo tuviesen de buenas la sensación de descubrimiento que tuvimos al pensarlas. Quizá solo eso quedó en nuestra memoria, el placer de lo nuevo. Quizá las olvidásemos precisamente por eso, porque no eran gran cosa y…
    Noche, ¿tú con quién vas?

 

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