Noche mira el dibujo que ha hecho de la diosa Atenea. Abre la caja de acuarelas y empieza a dar color. Se para y pregunta
—
Profesor, ¿de qué color tenía
Atenea los ojos?
El Profesor, que lee en el sillón de
orejas, se quita las gafas de leer, mira a Noche y le dice
—
Glaucos.
—
Verde claro, vale, gracias.
—
En realidad no lo sabemos.
—
¿Cómo que no lo sabemos?
— Glaucos, en griego, significa ‘resplandeciente’, ‘luminoso’,
‘brillante’, ‘rutilante’. Se lo aplicaban a los ojos de Atenea, pero
también al mar, al plumaje gris de algunos pájaros, a las hojas de olivo y de
la vid, a las estrellas titilantes, a la Luna…
— Entonces glauco no es un
color.
— A veces sí lo usaban como un color.
— Pero, ¿cuál?
— Azul claro, verde brillante, gris
azulado…
— Qué absurdo utilizar una palabra tan imprecisa para referirse a
los ojos de alguien.
— No era alguien, era Atenea.
— ¿Y?
— Pues que todos sabían de qué color eran los ojos de Atenea.
— …
— …
— Se los voy a poner verde grisáceo.
— Me parece bien.
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