En la pantalla extradiegética se ve el poliedro melancólico de Durero girando sobre sí mismo. Noche mira la pantalla del portátil por encima del hombro del Profesor.
—
Eh, ¡lo conseguiste!
—
Sí, pero era sencillo: se
trata de un romboedro truncado. En cuanto lo he mirado con atención han
aparecido los rombos.
—
Pues no te veo extasiado
precisamente.
—
Bueno, encontrar bajo una
forma dada otra subyacente más sencilla que la explica siempre produce
satisfacción…
—
Cómo me pones cuando dices
esas cosas.
—
… pero esta vez la sorpresa
ha sido menor.
—
Un deporte de riesgo el
vuestro.
—
Deporte no sé, pero juego sí.
—
Era sarcástico.
—
Ya.
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