En la pantalla extradiegética se ve el grabado Melencolia I. Noche, que hojea un libro con obras de Durero, va y dice
—
Profesor, ¿qué tienen que ver
la melancolía y las matemáticas?
—
Algunos
dicen que Durero se basó para su grabado en la teoría de los cuatro humores de Hipócrates. Según esa teoría los melancólicos son reflexivos, individualistas, inestables, con
inclinación al silencio y la soledad, distraídos, tristes…
—
Pues un poco sí que…
—
Aunque no es una mala descripción de los matemáticos yo siempre he pensado que el grabado se refiere a algo más concreto, a un momento particular del trabajo matemático.
—
¿Cuál?
—
No es fácil de explicar.
Imagínate que ese ángel que aparece compás en mano y con cara de pocos amigos
quiere describir matemáticamente el gran poliedro que tiene ante él.
—
Vale.
—
Es posible que lleve mucho
tiempo pensando, haciendo cálculos, aplicando teoremas, comparando con otros
poliedros.
—
Vale.
—
Puede que haya llegado a un
conocimiento profundo del poliedro. Puede que haya descubierto muchas de sus
relaciones métricas y angulares, muchas de sus simetrías y aun así no ser capaz
de describirlo por completo. Tener delante la verdad, saber que está ahí, encarnada en esa bloque de piedra, y
sentirla a la vez tan lejana e inaccesible es lo que produce la melancolía.
—
Wow! Qué putada.
—
Sí.
El Profesor de pronto se levanta del sofá y
se va hasta la mesa de dibujo, donde se pone a trastear con el ordenador.
—
¿Qué haces ahora?
—
Me acabo de dar cuenta de que
nunca he descrito ese poliedro.
—
¿Sabes hacerlo?
— No lo sé.
— ¿Y si no lo consigues?
—
Me sumiré en la más negra de
las melancolías.
—
Pues vaya ganas.
—
Ya, pero si lo logro…
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