Noche lleva una
camiseta negra de tirantes y unos pantalones minúsculos, también negros. Nos mira por la ventana. El Profesor, de blanco, escribe en el portátil
de la mesa de dibujo.
—
Profesor, ¿echas algo de
menos?
—
Pues claro.
—
Venga, dímelo.
—
Los viejos tiempos, siempre
se echan de menos los viejos tiempos.
—
¿Tan buenos fueron?
—
Fueron un desastre.
—
¿Entonces?
—
Fueron. Hicimos cosas. Nos
reímos, nos enfadamos, escribimos poemas, impugnamos el mundo...
—
Pues no se puede decir que
consiguieseis mucho…
—
No me has dejado terminar:
además de reírnos, enfadarnos, escribir poemas e impugnar el mundo, también
fracasamos.
—
Echas de menos el fracaso.
—
No: echo de menos los viejos
tiempos, esos en los que hicimos cosas.
—
¿Y eso no te basta? ¿No te
basta saber que empujasteis la roca cuesta arriba?
—
Me bastaría si pudiese
compartir el recuerdo.
—
¿Y qué te lo impide?
—
Los otros están muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario