—
¿Otra vez King Crimson?
—
¿Perdón?
—
Que si otra vez King Crimson.
—
Sí.
—
¿No te cansa?
—
No. En realidad no lo escucho.
—
¿Entonces, para que lo pones?
—
Apaga los demás ruidos.
—
¿Qué ruidos?
—
Los del mundo.
—
Pero escuchas ese ruido, el
que hace King Crimson.
—
No, ya te he dicho que no lo
escucho.
—
No me vaciles.
—
No, es verdad, no lo escucho,
no es algo que reclame mi atención si yo no quiero. Me lo sé de memoria, no hay
sorpresas, nada que me perturbe. Estoy tan identificado con la música de King
Crimson que me resulta tan familiar como, no sé, como los sonidos del aire, del
mundo, no sé, de…
—
Como los latidos de tu
corazón.
—
Eh, sí, eso es exactamente, como los latidos de mi corazón —dice
el Profesor, sorprendido.
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