martes, 6 de noviembre de 2018

Fotos antiguas

Noche está en el sofá mirando viejas fotos que saca de una caja. Lleva una camiseta con un gran corazón rojo y roto estampado en el pecho. El Profesor, en el sillón de orejas, lee.

Noche dice 

    Era muy guapa.
    No te haces una idea.
    ¿Qué pasó?
    Me dejó.
    ¿Por qué?
    Conoció a otro más alto y más joven.
    Venga ya.
    Quería tener hijos.
    Venga ya.
    Yo le producía estrés psicológico.
    ¡Venga ya!
    Es que no te vale nada. A ver esto otro: estaba harta de mis lecturas de Nietzsche, de los viajes por esos pueblos en busca de iglesias románicas, de mis cálculos de fractales, de los cuartetos de Shostakovich…
    ¿Con cuál me tengo que quedar? ¿O no es nada de lo que has dicho?
    Todas son verdad. En algún momento me dijo que se había enamorado, pero eso no es más que una forma de hablar: nadie abandona a nadie por amor.
    Me encanta cuando te pones cínico.
    No lo pretendo. Lo que quiero decir es que para romper no nos basta atracción por lo nuevo: para dar el salto necesitamos repulsión por lo viejo.
    Y tú le causaste repulsión.
    Fue sin querer, pero sí, me temo que sí.
    No sé si te has dado cuenta, pero adoro a Nietzsche, las iglesias románicas, los cuartetos de Shostakovich, no quiero tener hijos, los chicos altos y jóvenes solo me gustan para un ratito, tus cálculos me ponen y de estrés psicológico nada de nada.
    No te hagas ilusiones: puedo ser irritante de muchas otras maneras. Dame tiempo.
    Lo tengo.

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