miércoles, 19 de diciembre de 2018

Hijos I

En medio del salón hay un espejo de pie. Noche se mete bajo la camiseta un almohadón y posa para el espejo como si estuviese embarazada. 

    ¿Nunca has querido tener hijos?
    Nunca se me ha ocurrido.
    Me sorprende, porque son una forma de inmortalidad, y a ti eso te va.
    Sí, pero, inmortalidad ¿de quién?
    De quién va a ser, de los padres.
    Incluso aceptando eso sería una inmortalidad compartida, lo cual es raro, pero ni si quiera es eso: la inmortalidad es del gen. Los que se reproducen son los genes, no las personas.
    Ya, el gen egoísta, lo sé, pero es tan solo una teoría, ¿no?
    Piensa en tus padres: ¿se han preocupado alguna vez de tu felicidad?
    Siempre.
    Que va: nunca. Se han preocupado de tu seguridad, de tu futuro, de tu éxito, de tu salud, pero nunca de tu felicidad.
    ¿No es todo eso que has dicho?
    No, en absoluto: tu felicidad puede depender de una persona estrambótica, de unos estudios mal elegidos, de un régimen alimenticio inadecuado, incluso de una muerte prematura, y nada de eso lo aceptarán tus padres.
    ¿Por qué no?
    Porque puede ser bueno para ti, pero no para la supervivencia de los genes.
    De la especie.
    No, de la especie no, de los genes. Porque son los genes los que luchan, no la especie: no se trata de que la especie se perpetúe: somos siete mil millones de seres humanos, así que no parece que la especie esté en peligro. Los padres solo se preocupan por la perpetuación de sus propios genes. Si la especie fuese realmente de su interés, nos dejarían en paz, porque especie hay para rato. Lo que quieren es que haya otros parecidos a ellos en el futuro, es decir, que sus genes se copien en la mayor cantidad posible de seres.
    Vamos, que mi madre no me quiere.
    Claro que te quiere: lo que pasa es que lo que ella piensa que es tu bien en realidad es el bien de los genes que compartís. Nada más.
    No me acabas de convencer.
    ¿Se alegrará si le dices que me he tirado encima de ti y te he echado un buen polvo?
    Yo sí.
    Digo tu madre.
    No, ella no.
    Pues eso.
    Ahora lo pillo.


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