—
El otro día, en la academia
de baile, me preguntaron si era española. Contesté sin pensar que sí, pero
después se me quedó la pregunta ahí, dando vueltas en mi cabeza. Soy española,
pero, ¿qué significa eso?
—
Es un hecho administrativo.
Lo pone en el Documento Nacional de Identidad.
—
Pero significa algo más.
—
Si hablamos de sentimientos,
tienen que ver con aquello que nos resulta cómodo. A muchos les gusta defender
la tradición como un valor en sí misma, pero en realidad la mayoría, al
manifestar su patriotismo, lo que hace es ensalzar y defender su zona de
confort.
Noche se pone en jarras frente al Profesor, de un golpe de pierna manda la cola de su vestido hacia atrás y, con actitud desafiante, dice
—
¿Te gusta el flamenco?
—
No.
—
¿Los toros?
—
No.
—
¿La Semana Santa?
—
No.
—
¿La siesta?
—
No.
—
¿La caza?
—
No.
—
Ay, Profesor, a mí tampoco:
como nos descuidemos, un día nos quitan la nacionalidad.
—
No me extrañaría: los
patrioteros siempre andan ansiosos por demostrar violentamente su imbecilidad.
—
Sin embargo, es verdad que
tengo una zona de confort. Me encanta viajar, me encanta el mundo, pero solo
cuando vamos por esos pueblos de Castilla y recorremos los páramos, los
barrancos, las motas, las serranías, solo entonces me siento como en casa.
—
La patria como paisaje. Es
bonito.
—
¿Y tú? ¿Tienes patria? Y no
me digas que son los libros, que eso ya está cogido.
—
No es mala salida, pero no lo
siento así. Amo algunos libros, no todos los libros. Algunas músicas, no todas
las músicas. Supongo que tengo problemas para ser incondicional.
—
Algo habrá que te despierte
un amor incondicional.
—
Tú.
—
Profesor, con mentiras como
esa, ¿cómo no te voy a querer?
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