jueves, 31 de enero de 2019

La utopía del Profesor

Noche ha introducido “Utopía” en el navegador y contempla en la pantalla y con gesto escéptico indicadores de carretera que la anuncian, imágenes de ciudades futuristas, mapas antiguos de mundos soñados y alegorías brillantes de un cursi subido. El Profesor, en el sillón, lee.

    Profesor, tengo que dibujar una alegoría de la utopía. Dale.

El Profesor se levanta, va hasta la librería, mueve la escalera corrediza, sube unos peldaños, busca y dice

    Tenemos las utopías de Abott, Bellamy, Butler, Hudson, Moro, Morris, Platón… También el Walden 2 de Skinner. Además están las distopías de Huxley, de Orwell, de Zamiátin…
    Profesor, te preguntaba por tu utopía.
   
    ¿Profesor?
    Es difícil… Verás: muchas generaciones dieron forma a sus utopías, las imaginaron, las explicitaron, pero la mía no. Es verdad que creímos en una, que la musicamos y hasta la ilustramos, pero fuimos incapaces de diseñarla. Nuestra utopía fue un verdadero no-lugar. Era algo que se intuía tras un montón de canciones y de imágenes. Era un mundo maravilloso, pero sin definición. Tenía rocas flotantes, claro que sí, pero nadie se animó nunca a describir una estructura social. Era un mundo imaginativo, artístico, algo extravagante, con un punto de ficción científica y sexo a discreción (hablamos de una utopía), pero nunca nadie se atrevió a esbozar un modelo ético ni mucho menos económico. Sin embargo, aquellas músicas y aquellas imágenes eran tan potentes que era difícil no creer que respondieran a una realidad. Desde entonces sueño con aplicar la ingeniería inversa al cálculo de ese mundo subyacente. Es una de mis tareas pendientes.
    Pero, Profesor, el arte siempre es producto de su tiempo.
    ¿Y…?
    Pues que no tiene sentido buscar realidades alternativas cuando conoces el mundo que dio lugar a todo aquello. Eso que buscas es la realidad que viviste. La utopía que quieres calcular está ahí, es tu propio pasado.
   
    ¿Profesor?
    Tienes razón, toda la razón. Lo más triste es que ni nos dimos cuenta.
    Ahora tienes un pendiente menos.
    Eso es verdad —contesta el Profesor, sonriendo.


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