—
Pues mi personaje preferido
es Ayax.
—
¿?
—
Cuando le convocaron para la
guerra de Troya, armado y preparado, a punto de salir, su padre le encomendó a
los dioses. ¿Sabes lo que le contestó Ayax? Pues que si recibiera la ayuda de
los dioses no podría enorgullecerse de sus hazañas, por lo que prefería
renunciar al apoyo divino y depender solo de sí mismo. La cosa es que fue el que
más destacó en la batalla después de su primo Aquiles, y eso que fue el único griego que no contaba con la protección de un dios.
—
Ya, pero, si no recuerdo mal,
acabó loco, ¿no?
—
Sí, es verdad: Atenea le hizo
confundir un montón de ovejas con enemigos. Cuando las mató a todas a
espadazos, recuperó la cordura, pero sintió tanta vergüenza que se suicidó.
—
Total, que Atenea, la de los
ojos glaucos, acabó con el orgulloso Ayax.
— Eso cuenta el mito, pero resulta que los
dioses no existen, Profesor.
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