jueves, 23 de mayo de 2019

Arqueología facial

Ahora es el Profesor el que está de pie frente al espejo psiqué. Noche mira, alternativamente, al Profesor y a su reflejo.

    Profesor, si cuando te miras en el espejo no te reconoces, ¿qué ves?
    Reconozco rasgos que me son familiares, más los gestos que otra cosa, pero no el rostro con el que me identifico.
    ¿Y ese rostro es…?
    El de los treinta y uno.
    Wow, ¿así de claro lo tienes?
    Sí: un día decidí zanjar el asunto y me puse a ver fotografías hasta que me dije: este soy yo. Era una foto de cuando tenía treinta y uno.
    Te viste guapo.
    Me vi como me imagino a mí mismo cuando no me veo.
    Y como te imaginas que te ven los demás.
    Exacto: ese es el problema: que los demás ven al de ahora, pero yo imagino que ven al otro, al de antes, al de los treinta y uno. 
    Eres un frívolo.
    Es increíble: te miras en el espejo y no te reconoces. Entonces intentas sustraer de la imagen los estragos del tiempo, intentas recordar el cómo y el porqué de cada cicatriz para borrarla después. Pero todo esfuerzo es fútil: nunca logras recomponer la imagen original: a fin de cuentas, ese que ves eres tú.
    Insisto: eres un frívolo: los demás no vemos solo tu cara: vemos tus palabras, tus expresiones, tus miradas. Ya no eres el chico guapo de antes, pero a cambio eres mucho más.
    Sí: transparente.
    Confirmado: eres un frívolo.


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