viernes, 28 de junio de 2019

Bifurcaciones II

El Profesor entra en el salón y encuentra a Noche sentada en el sofá con los codos apoyados en las piernas y las manos cubriendo sus ojos. Dice

    Noche, ¿qué te pasa?
    Resulta que tienes una buena vida, que haces lo que quieres y que estás al lado de quien quieres. De pronto surge algo, algo prometedor, surge alguien ilusionante, surge una posibilidad que querrías explorar, una vida que querrías vivir. Entonces, cuando estás más encantada, te acuerdas de la buena vida que tienes y descubres que tienes que elegir o, lo que es lo mismo, renunciar.
    Poder elegir es mucho mejor que no poder elegir en absoluto.
    Sí, pero es mejor no tener que elegir que tener que hacerlo.
    Enhorabuena, has descubierto la tercera vía de la bifurcación.
    Que es…
    Pues eso, no tener que elegir, poder seguir los dos senderos a la vez.
    ¿Se vale?
    Otra vía es la de los budistas: renunciar a ambas, renunciar a todo.
    Vaya gilipollez de solución.

El gesto de Noche es una rara mezcla de tristeza y enfado. El Profesor se ha quedado de pie, sin saber qué hacer. Por fin dice

    ¿Te vas?
    No.
    Pues deberías irte.
    ¿Por qué?
    Porque si te quedas yo seré el culpable de tu renuncia; porque cuando las cosas vayan mal, y antes o después irán mal, pensarás que  mejor te hubiese ido en ese otro lugar al que quieres renunciar; porque la realidad nunca puede competir con los sueños; porque…
    Todo eso me pasaría igualmente si me voy.
    Seguramente, pero el culpable sería otro.

Noche se levanta, se acerca al Profesor y le dice muy cerca

    ¿Sabes? Me quedo.
    ¿Por qué?
    Por esta conversación.

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