Noche, sentada en el sofá, mira la cabeza
frenológica que, para variar, está encima de la mesa y no en la librería de los
tebeos. Dice para nadie, quizá para sí:
—
No puedo entender que haya
gente inteligente que piense mal.
—
Eso es autorreferencial.
—
¿Perdón?
—
Tú eres inteligente y estás
pensando mal.
—
¿Por qué estoy pensando mal?
—
Porque es obvio por qué hay
gente inteligente que piense mal.
—
Profesor, al grano.
—
La inteligencia es un
instrumento, un procesador. Sus outputs dependen de sus inputs. Da igual que
tengas la máquina perfectamente engrasada: si la alimentas con basura, generará
basura.
—
¿Y cómo seleccionamos los
inputs?
—
Con inteligencia… No, que va,
es broma. Los inputs vienen dados por la experiencia personal, por la tradición
y la cultura, por lo que pasa alrededor.
—
Entonces, ¿qué ponemos
nosotros?
—
No estoy seguro. Creo que
nada, o casi nada. Estar ahí, quizá.
—
Somos el elemento
contingente.
—
El excipiente.
—
Ja, eso mola, el excipiente,
ja —le dice divertida Noche al Profesor mientras le quita la cápsula a una
botella de vino.
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