domingo, 30 de junio de 2019

La paradoja de la inteligencia

Noche, sentada en el sofá, mira la cabeza frenológica que, para variar, está encima de la mesa y no en la librería de los tebeos. Dice para nadie, quizá para sí:

    No puedo entender que haya gente inteligente que piense mal.
    Eso es autorreferencial.
    ¿Perdón?
    Tú eres inteligente y estás pensando mal.
    ¿Por qué estoy pensando mal?
    Porque es obvio por qué hay gente inteligente que piense mal.
    Profesor, al grano.
    La inteligencia es un instrumento, un procesador. Sus outputs dependen de sus inputs. Da igual que tengas la máquina perfectamente engrasada: si la alimentas con basura, generará basura.
    ¿Y cómo seleccionamos los inputs?
    Con inteligencia… No, que va, es broma. Los inputs vienen dados por la experiencia personal, por la tradición y la cultura, por lo que pasa alrededor.
    Entonces, ¿qué ponemos nosotros?
    No estoy seguro. Creo que nada, o casi nada. Estar ahí, quizá.  
    Somos el elemento contingente.
    El excipiente.
    Ja, eso mola, el excipiente, ja —le dice divertida Noche al Profesor mientras le quita la cápsula a una botella de vino.


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