Noche, para variar, no trabaja en su
caballete, sino en la mesa de dibujo que, por una vez, hace de mesa de dibujo.
El Profesor está en el sillón de orejas, sin hacer nada. Evidentemente
aburrido, dice
—
Noche, ¿qué haces?
—
Dibujo.
—
Genial. Vamos a avanzar un
poco más: ¿qué dibujas?
—
Un encargo: el conjunto de
Mandelbrot.
—
No puedes.
—
¿Perdón?
—
Quiero decir que no se puede
dibujar el conjunto de Mandelbrot. Se dice que es el objeto matemático más
complejo que existe y si se dice es porque su complejidad es infinita: no
importa el zoom que le apliques: a
cada nivel mostrará más y más detalles de una complejidad extraordinaria. Todas
las gráficas de ordenador muestran aproximaciones parciales del conjunto, pero
nunca su totalidad en toda su perfección.
—
Pues justo eso es lo que estoy
haciendo, mostrarlo en su perfecta totalidad.
—
Noche, no puedes.
—
Hay muchos lenguajes, querido.
El Profesor se
levanta aparentando cansancio, se acerca hasta la mesa de dibujo y mira por
encima del hombro de Noche. Poco a poco su gesto se vuelve concentrado.
Después, feliz. Por fin, dice
—
Noche, lo has hecho, es… es
el conjunto de Mandelbrot en su perfecta…
—
Lo sé —dice Noche. Entonces cierra
los ojos, deja caer su cabeza hacia atrás y la apoya en el pecho del Profesor.
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