sábado, 3 de agosto de 2019

Eternidad

Noche y el Profesor cenan en silencio.

Al rato, Noche dice

    Parece como si siempre nos estuviésemos despidiendo.
    Sí… Supongo que solo tomamos conciencia del tiempo cuando pasa algo especial.
    Habría que hacer que cada día fuera especial.
    ¿Te imaginas? Una vida llena de despedidas y encuentros, de sorpresas y tragedias, una vida llena de acontecimientos, de éxitos y fracasos, de días significativos. No sé si podríamos soportarlo.
    Quizá por eso algunas vidas sean efímeras.
   
    Vidas fulgurantes, vidas concentradas en unos pocos años de extrema intensidad.
    Sí, tiene sentido… Cuando somos jóvenes nos creemos inmortales y capaces de vivirlo todo. Luego, cuando entiendes que apenas tenemos tiempo para vivir una vida, es cuando esas ansias desaparecen, lo cual no deja de resultar paradójico.
    ¿Te conformas?
    No entiendo.
    Sí, que si acabas aceptando tu mortalidad.
    No, que va: es verdad que dejas de creerte inmortal, pero lo haces para aspirar a la eternidad.
    ¿Y la diferencia es…?
    El inmortal vive en el tiempo. El eterno vive fuera del tiempo, vive un día sin características, un día que es todos los días, uno en el que el tiempo ha sido abolido, un día con mil amaneceres y mil copas de vino eternamente idénticas.
    Me suena triste, Profesor.
    No, o no del todo: melancólico quizá.
    Yo no quiero eso: quiero que cada día me depare una sorpresa, quiero que cada día sea el mejor día de mi vida.
    Haces bien.

Noche se levanta, saca el asa telescópica de su maleta y, tirando de ella, se dirige a la puerta. Antes de desaparecer por el pasillo, mira al Profesor y dice

    Te voy a echar de menos.
    Yo ya te estoy echando de menos.


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