Noche está sentada en el suelo, inmóvil. Entra
el Profesor de la calle y, al verla, pregunta
— ¿Qué haces ahí?
— Esperarte.
— ¿Qué haces ahí?
— Esperarte.
Entonces Noche se levanta de un salto y se lanza sobre el Profesor.
— Te he echado de manos.
— Y yo a ti, preciosa.
— Oye, ¿y estos arañazos?
— Ya sabes, la gata de Lorenzo.
— Y esa gata, ¿tiene nombre o se llama así, La gata de Lorenzo?
— No, no se llama así.
— Pero tiene nombre.
— Sí.
— Y es…
— …
— ¿Profesor?
— Noche, se llama Noche.
— Te he echado de manos.
— Y yo a ti, preciosa.
— Oye, ¿y estos arañazos?
— Ya sabes, la gata de Lorenzo.
— Y esa gata, ¿tiene nombre o se llama así, La gata de Lorenzo?
— No, no se llama así.
— Pero tiene nombre.
— Sí.
— Y es…
— …
— ¿Profesor?
— Noche, se llama Noche.
A Noche se le enciende la cara de felicidad
y pregunta
— ¿Le pusiste tú el nombre?
— No, fue Lorenzo...
— Qué majo, qué…
— Es una casualidad. Lorenzo tiene la gata desde hace más de diez años, desde que se la encontró abandonada en el jardín.
— Casi me gusta más así. Dos preguntas: ¿Por qué le llamó Noche? Y, sobre todo, ¿por qué no me lo has dicho antes?
— Le llamó Noche porque es blanca…
— Blanca como la noche...
— Y no te lo dije para que no pensaras cosas raras.
— ¿Cosas raras?
— La gente tiende a sacar conclusiones de las casualidades.
— ¿Le pusiste tú el nombre?
— No, fue Lorenzo...
— Qué majo, qué…
— Es una casualidad. Lorenzo tiene la gata desde hace más de diez años, desde que se la encontró abandonada en el jardín.
— Casi me gusta más así. Dos preguntas: ¿Por qué le llamó Noche? Y, sobre todo, ¿por qué no me lo has dicho antes?
— Le llamó Noche porque es blanca…
— Blanca como la noche...
— Y no te lo dije para que no pensaras cosas raras.
— ¿Cosas raras?
— La gente tiende a sacar conclusiones de las casualidades.
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