El Profesor, que lleva un buen rato dando
vueltas por la habitación como un león enjaulado, se sienta por fin al lado de
Noche en el sofá y le dice
—
Hace un año.
—
¿De qué?
—
De aquella fiesta de
disfraces a la que me quisiste llevar.
—
Y a la que, al final, no fuiste.
—
Ahora me conoces mejor, sabes
que no me gusta…
—
Sí, ya, no te gusta salir.
—
Después de la fiesta volviste
y dijiste que te quedabas.
—
Había tomado una decisión.
—
¿?
—
Seducirte.
—
Lo siento, yo…
—
No te creas que me he
rendido: tan solo estoy dejando que te confíes.
—
Desde entonces nos escribo.
—
¿Cómo?
—
Que tomo nota de algunas
cosas de las que hablamos.
—
¿Y me lo dices ahora?
—
Quería darte una sorpresa. Toma.
El Profesor le tiende a Noche un librito de
tapas azules con un bosquejo del salón en la portada. Noche lo ojea
con avidez. Después de hacer gala de su extensa gama de gestos para el asombro,
mira al Profesor con una mezcla de cariño y lascivia y le pregunta
—
¿Champán?
—
Por favor.
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