Noche acaricia al
gato del vecino, que ronronea en su regazo. Dice
—
Profesor,
¿tú crees que el gato toma decisiones?
El Profesor, que está escribiendo en el portátil, contesta de inmediato
— Pues claro: en eso consiste estar vivo.
—
Pero,
¿sufre al tomarlas?
—
No
creo: las reacciones instintivas deben bastarle en la mayoría de las ocasiones
para dirigir su acción.
—
Eso
pensaba… Pero, entonces, ¿por qué a nosotros nos cuesta tanto tomarlas?
—
Por
nuestra imaginación. Somos capaces de construir relatos. Para los gatos solo
hay una vida, pero nosotros nos imaginamos otras vidas. Lo de tener que elegir
es el regalo envenenado de tener mentes narrativas.
—
Vaya
mierda.
—
Es
lo que hay.
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