miércoles, 16 de octubre de 2019

Libre albedrío I

Noche está tumbada en el sofá leyendo Azar y Necesidad. El Profesor teclea en el portátil. De pronto se para y dice

    ¿Crees que el pasado determina lo que somos?
    Claro.
    Pero, ¿absolutamente?
    Claro.
    ¿Claro?

Noche mira a su alrededor como buscando. Se levanta, va hasta la estantería baja, coge con sumo cuidado el cohete de Tintín, lo deposita lentamente en la mesa, como si alucinase, y dice

    Cariño, quiero que pienses en por qué tienes este juguete carísimo colocado ahí como si fuese un tótem sagrado. Quiero que pienses en todas las influencias que lo han convertido en algo tan preciado para ti. Quiero que te esfuerces en particular en reconocer por qué aquella primera lectura de Objetivo: la Luna te impresionó tanto que aún sigue siendo tu tebeo favorito, pese a todo lo que vino después. Cuando hayas terminado, puedes hacer lo mismo con la cabeza frenológica, con el péndulo de Newton, con el casco de hoplita y con cada uno de esos libros que has leído y releído y que llenan la librería. Luego puedes seguir con las músicas y las películas que tienes registradas en tu base de datos. Incluso podrías hacer lo mismo con cada uno de tus pensamientos y con cada una de esas preciosas frases que has escrito. Te diría, ya que estás, que lo hicieses con todos y cada uno de los deseos que te han asaltado alguna vez. Cuando hayas identificado todas las hebras causales que te llevaron a cada objeto y a cada idea, me vuelves a hacer la pregunta.

Noche se acerca al Profesor, le da un beso en la mejilla, se tira en el sofá, coge el libro de Monod y continúa con su lectura. El Profesor, tras unos segundos de no hacer nada, cierra el portátil y pregunta

    ¿Un vino?
    Ese es mi chico.

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