En la pantalla extradiegética una vista
aérea recorre a vuelo de pájaro una playa enorme y solitaria. De pronto el
plano se abre al cielo, de un azul intenso trufado de espectaculares
cumulonimbos. Cuando la visual vuelve a la tierra encuentra campos cultivados,
suaves laderas cubiertas de cepas, tierras de olivos. Sin solución de
continuidad los sembrados se hacen parques y estos jardines que rodean altas
construcciones de cristal. La toma remonta para coger altura y sobrevolar los
rascacielos de la gran ciudad. Al fondo, el celaje se vuelve rojo y, abajo, las
calles parecen culebras luminosas. Cuando de nuevo sobrevolamos los campos, la
noche ha cubierto con su obscuro manto la realidad, que se muestra misteriosa y
lunar. Lagos y ríos brillan como gemas negras y…
— Noche, ¿qué haces?
— Noche, ¿qué haces?
—
Nada. Volar.
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