Sobre la mesa del sofá se ven montones de
pequeños saquitos que contienen hierbas y especias. Noche coge uno, cierra los
ojos, se lo acerca a la nariz, asiente, lo deja donde estaba y repite la
operación con otro saquito. En esto entra el Profesor y pregunta
—
¿Y esto?
—
Ven, huele.
Noche le acerca el saquito que tiene entre
las manos al Profesor y este aspira sobre él.
—
¿Qué te sugiere?
El Profesor también cierra los ojos
mientras parece esforzarse por recordar. Entonces dice
—
Las Molucas, piratas, el
Índico, galeones, el Mónzón de verano, Vasco de Gama, el Cabo de Buena
Esperanza, selvas y volcanes, la Compañía de las Indias Orientales, caravanas y
caravasares, Indonesia, el Monzón de invierno, mercaderes, Mascate, Áqaba,
carabelas, Drake… Y el clavo de olor.
Noche mira al Profesor, aparta de sus
narices el saquito, coge otro, se lo acerca y le dice
—
Venga, dale ahora con
este.
Tu manera de describir lo que puede evocar un olor ha hecho a su vez que vuelva a esos momentos de infancia en los que los libros de piratas me transportaban a lugares remotos y exóticos.
ResponderEliminarSublime.
A veces basta una palabra. Dime “vainilla” y me convertiré en un niño.
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