Noche está en la escalera de la librería. Hojea
Los extraordinarios casos de monsieur Dupin.
Mira al Profesor y le dice
—
Pensando en laberintos desérticos
y puzzles blancos me he acordado de La carta robada de Poe, ¿lo recuerdas?
—
Claro: el ladrón esconde la
carta sin esconderla, dejándola en el lugar más obvio, a la vista de todos, pensando
que a la policía ni se le ocurrirá buscar allí.
—
Me parece un relato tramposo:
Dupin queda como listo al reproducir el pensamiento del ladrón, pero la verdad es
que el ladrón fracasa por tener ese mismo pensamiento.
—
Curioso punto de vista…
—
De hecho, desde entonces
todos empezamos nuestras búsquedas por el sitio más obvio…
—
Porque es donde el encubridor
piensa que no vamos a mirar...
—
Aunque si nosotros pensamos
así, también lo puede hacer el encubridor y no esconder nada en el sitio más
obvio…
—
Lo que hace inútil empezar
mirando por ahí…
—
Salvo porque el encubridor,
pensando que nadie va a mirar allí porque todos saben que él sabe que siempre
se empieza mirando por allí y que por eso no usa el sitio más obvio como
escondite, en realidad lo use.
Durante uno segundos guardan silencio. Luego
el Profesor pregunta
—
¿Qué reto es más difícil,
esconder o encontrar?
—
Ayudaría saber qué estamos
escondiendo y de quién.
B, que andaba persiguiendo infinitos en el
sillón de orejas, levanta su bastón y dice
—
Sea lo que sea, destruidlo: así
nadie lo encontrará.
—
Pero —se queja Noche— nosotros
tampoco lo tendremos.
— Querida mía, ¿qué es más
importante?, ¿tener o que los otros piensen que tienes?
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