Noche está sentada en el sofá: inspecciona,
sin orden aparente, un montón de artefactos desparramados en la mesa de café,
entre los que se distinguen un reloj de arena; un cronómetro; un viejo
despertador de cuerda y campana; un reloj de sol portátil, con su brújula y su cuerda; un
reloj de pulsera de esfera redonda y agujas; uno también de pulsera pero con
pantallita de cristal líquido; una clepsidra; un reloj despertador con
proyector cenital; un reloj de consola estilo imperio con una figura de Diana
cazadora agarrando un corzo; un corazón humano de plástico; un reloj de
bolsillo con tapa y leontina dorada; un reloj de cuco con aspecto de souvenir barato; un reloj de pulsera con
la silueta de Corto Maltés en blanco y negro dibujada en la esfera; otro
similar pero con la imagen de Bugs Bunny en color; un reloj blando y un pequeño
reloj de péndulo. De pronto, dice
—
¿Te das cuenta, Profesor?
Todo se ha cancelado: planes, citas, revisiones, espectáculos, vacaciones,
congresos, actos notariales, exámenes, encuentros, comparecencias, enfrentamientos,
conferencias, viajes, lances amorosos, conciertos, duelos, debates, todo, todo
cancelado.
—
Sí.
—
¿Te das cuenta? Se ha
cancelado el futuro.
—
No exactamente.
—
¿No?
—
No. Lo que pasa es que el
futuro se ha desembarazado del calendario y ha vuelto a ser el futuro de
siempre.
—
¿Y qué futuro es ese?
—
Justo el que viene después
del hoy.
—
Mañana.
—
No hay otro.
B, que desde el sillón de orejas andaba
sobrevolando hasta ese momento la Pampa, dice
—
Son tres las sustancias del
tiempo: la sombra, el agua, la arena.
—
…
—
Aunque quizá haya que añadir
la sangre.
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