En la pantalla extradiegética se ve un poliedro flotar y girar lentamente mostrando su estructura irregular. El Profesor, que anda enredado con el endecaedro bisimétrico, acaba de chasquear los dedos y de pronunciar al tiempo un “sí” alto y enérgico. Noche se le acerca por detrás, mira la pantalla del ordenador y dice
—
¿Lo tienes?
—
Sí.
—
¿Cómo lo sabes? Yo sigo
viendo el mismo dibujo.
—
Sí, pero el dibujo no es más
que fachada. Ahora conozco su estructura, ahora sé cómo es.
—
¿Y cómo sabes que sabes?
—
Porque he entendido su
elegancia.
—
¿Elegancia? Seguimos hablando
del poliedro, ¿no?
—
Sí.
—
Define elegancia en este
contexto, por favor.
—
Es una mezcla de sencillez,
necesidad y simetría.
—
Wow.
—
Sí.
Noche se queda en silencio, pensando, hasta
que pregunta
—
¿Y yo? ¿Soy todo eso?, ¿soy
sencilla, necesaria y simétrica?
El Profesor se quita las gafas de présbita,
se levanta y, mientras se dirige a la cocina, pregunta
—
¿Cenamos?
—
Eh, no te escabullas, y
contesta, ¿lo soy o no lo soy? Dime, ¿soy sencilla y…?
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