Por el suelo del salón se pueden ver desperdigados, revueltos, se diría que tirados, los juguetes de Noche: el diávolo, la pelota de equilibrios, el hula-hoop, el caballete, las máscaras, el espejo de pie, el chal metalizado, el antifaz de plumas, el gorro cónico, los disfraces, las camisetas… Rellena una copa de vino con el último contenido de una pesada botella bordelesa. Tras darle un largo sorbo, dice
—
¿Y si no volviera?
—
Supongo que acabaríamos
desvaneciéndonos —contesta B.
—
¿Y si volviera más tarde?
—
Quizá también nosotros
volviésemos, aunque quién sabe cuánto de cambiados.
—
Un poco anticlimático todo
esto, ¿no?
—
Nunca fuimos un relato.
—
¿Tener un pasado no implica tener
un relato?
—
No necesariamente, pero permite
construirlo.
—
Algo es algo.
—
De hecho, es lo único que
tenemos.
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