El Profesor está sentado en el sofá. Está viendo, sin sonido, La ventana indiscreta. Noche está tumbada, también en el sofá, con la cabeza apoyada en la pierna izquierda del Profesor y los ojos cerrados. Dice.
—
La vida, a poco que pienses
en ella, no tiene sentido.
—
Y si no piensas tampoco: otra
cosa es que no te des…
—
Pero si no piensas mucho, si
no le das demasiadas vueltas, hay un sentido, el de la rutina, el de la inercia
que tira de ti y te hace avanzar.
—
Yo diría moverte.
Noche se incorpora. Sin mirar al Profesor,
como si pensase, contesta
—
No, es avanzar, porque
generas nuevos recuerdos y ellos te llevan un poco más allá, más lejos del
inicio y más cerca del final.
—
¿Acercarse a la muerte es
avanzar?
—
No me refiero a ese final, me
refiero a un momento que puede estar tan solo un poco más adelante, un momento
en el que puedes, de pronto, entender algo importante que te transforme.
—
No te entiendo. ¿La vida como
aprendizaje?
—
Pienso en el cambio, en ser
para dejar de ser, en persistir para desaparecer.
—
Noche, ¿de qué me estás
hablando?
—
No lo sé, Profesor, no lo sé
—dice Noche agarrando al Profesor del brazo y apoyando su cabeza en su hombro.
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