El Profesor está sentado en el sofá y tiene los dedos posados en el amplificador de sueños. Noche entra de la calle, se desprende de la impedimenta y se sienta al lado del Profesor. Sobre el cilindro de cristal solo se ve bruma.
—
Lo recordarás: en los dibujos
animados era habitual que un personaje, tras una huida desesperada, se pasara
de frenada, superara el borde de un acantilado y se encontrara de pronto
flotando en el vacío. Era como si la gravedad tardase un tiempo en hacer efecto.
El personaje en cuestión seguía allí durante unos instantes moviendo sus
piernas a toda velocidad como si aquello pudiera demorar lo inevitable. Lo
interesante es que esos instantes preciosos eran suficientes para que el
personaje tomase conciencia de su trágica situación. Solo entonces, cuando su
rostro mostraba que sabía perfectamente lo que le iba a pasar, la gravedad
entraba en acción y el personaje caía en el abismo.
—
Entiendo que es una metáfora —dice
Noche.
—
Sí.
—
Y… el que cae, ¿eres tú?
—
¿Yo? Ah, ya, yo no…, sí, la
verdad es que podría ser.
—
¿Entonces?
—
Yo estaba pensando en el
mundo.
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