La botella de champán se ha terminado, pero al colocarla Noche bocabajo en la cubitera ha aparecido, por arte de magia, otra a estrenar. Noche la coge con el paño y, mientras la descorcha, dice
—
¿Sabes, Profesor? No creo que
tu vida haya sido tan triste, que todos tus deseos haya sido tan
decepcionantes. ¿Sabes qué pienso?
—
Noche, abusas del “¿sabes?”.
—
Vete a la mierda, Profesor. Lo que pienso es justo lo
contrario, que tienes miedo de que las cosas no vuelvan a ser iguales, de que
el placer no vuelva a ser el mismo. Por eso te refugias en la repetición
descafeinada de tus recuerdos.
—
¿Descafeinada?
—
Cualquier polvo vivido es
mejor que uno recordado.
—
No creas, a veces…
—
Es verdad que las cosas nunca
vuelven a ocurrir exactamente igual, ya me lo dijiste hace tiempo, pero ocurren,
distintas, pero ocurren. Precisamente de eso se trata, de que las experiencias
sean siempre nuevas, a lo mejor más sutiles, o más salvajes, pero nuevas.
—
No cuentas con el cansancio.
Noche, de repente abatida, deja caer los hombros y dice
— Profesor…
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