El velador ha desaparecido. Noche y el Profesor están sentados en sendas sillas, uno enfrente del otro. Como si lo hubieran acordado, vacían a la vez su copa.
—
Noche, ¿cuánto tiempo nos
queda?
—
En realidad el tiempo ya se
ha acabado.
—
Se me ocurre que podríamos hacer como en Las mil y una noches: podría yo contarte una historia, un relato,
una sorpresa, y que cada relato fuese mi salvoconducto para un día más, hasta
la noche siguiente.
—
Eso es lo que llevamos haciendo
tres años.
El Profesor sonríe con tristeza.
—
¿Has pensado que tú fueses
también un sueño?
—
Eso es más propio de B. y de
ti.
—
También de ti.
—
Ahora ya no.
—
No acabo de entender qué ha
cambiado. ¿Has encontrado otro mundo? Yo podría adaptarme, necesito poco,
cualquier rincón, en realidad nada: podría volverme invisible y ser ectoplasma
para ti cuando quisieras. Podría…
—
Profesor, empiezas a resultar
patético.
—
Qué dura te has vuelto. Va,
concédeme algo más de tiempo —pide el Profesor con una sonrisa.
Noche sonríe a su vez, mueve la nariz a
derecha e izquierda como si tuviera vida propia y las copas se llenan de nuevo.
— Gracias —agradece el Profesor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario